Para el agente de la Administración de Control de Drogas, la DEA, Thomas Gómez, es difícil olvidar el día en que recibió la llamada de su informante: estaba a punto de empezar a festejar 'thanksgiving' o Día de acción de gracias, cuando el teléfono empezó a sonar insistentemente. Era el 26 de noviembre del 2009.
–Por desgracia no pude comer mucho pavo, pues no dejaban de llamarme –cuenta el agente Gómez.
Nacido en Arizona, con una maestría en Educación por la Universidad Estatal de Arizona, Gómez empezó desde abajo en la DEA. Trabajó como policía local en el área de pandillas, aprovechó su oportunidad y se convirtió en agente especial del grupo de trabajo de control de drogas contra el crimen organizado.
El día de la comida con pavo, quien estaba al otro lado del teléfono era el informante 1261 (su nombre clave), un hombre que trabajaba encubierto haciéndose pasar como vendedor de armas. Quería avisarle a Thomas que un sujeto intentaba intercambiar 4.5 libras (2.04 kilos) de metanfetaminas por armas de uso militar.
Su informante era un traficante conocido en el mundo criminal por su capacidad para conseguir drogas y muchas armas. Su fama se extendía hasta México e incluso ya había logrado colarse en los círculos más altos de los cárteles.
El 1261 aseguraba que quien quería negociar era un hombre en apariencia hispano, de cabello y ojos oscuros, con un apodo muy mexicano: El Gordo. Este resultó ser un sinaloense de 26 años, llamado David Díaz Sosa, quien le había enviado ocho correos electrónicos con las especificaciones de las armas que deseaba.
Unas que por la sofisticación, el precio y las características eran propias de armas de guerra y destrucción, como las que fabrica Estados Unidos en conflictos internacionales.
Incluso para el 1261, esa petición tan inusual lo tomó por sorpresa y no supo qué hacer. Por eso llamó al agente.
Pero lo primero que tenía que hacer Gómez era idear cómo conseguir esas armas. Ya después, entonces sí, fraguar un plan para lograr capturar al Gordo. Pero, sobre todo, necesitaban tiempo para investigar quienes estaban detrás de ese intento de compra.
MILENIO obtuvo acceso a más de 300 transcripciones de audiencias, juicios, llamadas e intercepciones de llamadas telefónicas que después de una década permiten reconstruir cómo Joaquín El Chapo Guzmán pretendía comprar armas de guerra y destrucción cuando se libraba la llamada guerra contra el narcotráfico emprendida por el gobierno de Felipe Calderón.
Ahora se sabe que Guzmán Loera intentó adquirir en Estados Unidos armas altamente restringidas, como misiles antiaéreos capaces de derribar jets comerciales y cohetes antitanque de tal potencia que están siendo empleados en la guerra entre Ucrania y Rusia. Estos y cientos de secretos más forman parte de un arcón de información que ha desclasificado Washington y que dan cuenta de algunas de las operaciones más sensibles del Cártel de Sinaloa y a su ex líder.
Además, dos de los tres compradores de armas salieron en libertad el año pasado.
–La sofisticación de estas armas era... no era algo que podías comprar en Cabela’s [tienda de artefactos para cacería deportiva]. Estas armas se utilizaban para la guerra. Entonces obtuvimos la información: se dirigían al sur. Como usted bien sabe, había una guerra, una guerra contra las drogas –declaró el agente Gómez.
Thomas Gómez no dudó y llamó a una colega en la DEA, Hope MacAllister –quien participó en el fallido operativo Fast and Furious en ese mismo 2009– para informarle sobre la operación. Había que reaccionar rápido y evitar que ese armamento terminara en malas manos; en medio de una confrontación entre los cárteles y el gobierno de México el daño podría ser mayúsculo para la población.
Gómez y MacAllister llamaron a instancias militares a lo largo y ancho de Estados Unidos, y el tema escaló hasta llegar a un contacto en el Departamento de Defensa estadounidense para intentar conseguir las armas y engañar a los narcotraficantes.
–El gobierno no estaba listo para hacer este trato, porque no tenías las armas listas –reveló Gómez.
También refirió que, el 3 de diciembre, su informante confidencial se reunió con El Gordo en un Costco de Phoenix, quien quería poner a su jefe al teléfono, un hombre llamado Enrique, a fin de cerrar la compra de las armas para el Cártel de Sinaloa.
¿Qué quería el tal Enrique, jefe del Gordo? Un misil tierra-aire portátil llamado Stinger, arma que utiliza el gobierno de Estados Unidos en conflictos armados, y que ha sido responsable del derribo de cientos de aeronaves en conflictos añejos como el de Las Malvinas y que hasta hoy, en su versión actualizada, son usados por Ucrania contra aeronaves rusas.
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