Para mi Chuy (Jesús Salas) donde sea que esté, por ser mi hermano y mi ejemplo
Hay pocas personas con las que uno siente la confianza de hablar sin rodeos, aunque los sinaloenses somos especialistas en ir directo al grano. La vida me ha conferido el privilegio de contar con muchas personas a las que puedo dirigirme sin reservas, también me ha dado la deferencia de hablar sin pelos en la lengua cuando hay que hacerlo; pero, sobre todo, he sido bendecida con el don de reconocer mis problemas y errores y buscarles salida y solución.
Sufro trastornos de ansiedad y depresión desde el 2017, he estado en tratamiento, terapia, estado de negación y resistencia desde entonces, lo que me trae constantemente a la mente las palabras del amigo Pepe Vago: ¿para qué necesitas un psicólogo si tienes un amigo…?
Tengo amigos, es verdad, mis amigos han sido mis compañeros y cómplices de vida, desde los que ríen conmigo a carcajadas por el descaro con el que cuento mis desgracias, los que saben que se pueden sentar conmigo para hablarme de frente y poner las cartas sobre la mesa, los que me han acompañado en los momentos más críticos de mi existencia y la de mi familia y amigos que se han ido a otras partes del mundo y con quienes me he reencontrado años después como si no hubiera pasado un solo día.
Hay amigos que no son amigos, y hay amigos que son más que hermanos, dice el libro de Proverbios y esta vida me lo ha demostrado sin dejarme dudas. Por eso, cuando empecé a escribir sobre algunos temas relacionados con lo que he estado viviendo en los últimos meses, no dudé en hablarle a ese hermano que me dio el universo y que, sin ambages, me abrió una puerta en este medio para compartir mis pensamientos con Ustedes; deseo, por el bien de su generosidad, no quedarle a deber más de lo que ya le debo.
Titulé esta columna como ¿Entonces qué hacemos?, porque me parece coherente que, una vez que uno toma un tema y lo expone a otros, haga una propuesta para resolver el dilema que enfrentamos. No sé si las propuestas que emanen de estas palabras sean las adecuadas, pero espero que, con la colaboración de ambas partes, podamos encontrar juntos las posibilidades que respondan a lo que sentimos como comunidad.
Aclaro que soy ciudadana del mundo, que no vivo en mi estado natal, Sinaloa, pero tampoco me he desprendido nunca del ombligo enterrado en el barrio El Trompezón, como le decía mi padre que en paz descanse y quien me dio mil razones para estar orgullosa de ser de Guasave.
Señalo que no nací en Coahuila, pero 17 años en la capital del sarape trabajando para la cultura y recorriendo el tercer estado más grande de México, me han enseñado a conocer y reconocer a un pueblo que cuenta su historia con orgullo y regocijo, por eso me considero algo así como algodosarapera.
Costa, desierto, sierra y bosque se han vuelto para mí lugares comunes, encontrando en ellos las diferencias y semejanzas de un buen platillo y la cultura del esfuerzo que deriva del terreno hostil; la creatividad de las manos que reflejan sus expresiones, el anecdotario tan similar y ajeno de personajes e historias de uno y otro punto; pero sobre cualquier cosa, he encontrado en ambos lugares la hospitalidad de una mano dispuesta a darme su afecto con entusiasmo, encontrando en mis dos lugares amigos hechos y derechos.
Agradezco a este portal, Adiscusión, el espacio entre sus colaboradores, que son profesionales y capaces en seguir los hechos y conseguir la nota con objetividad. Su nombre me recuerda que, hace algún tiempo, cuando éramos estudiantes, discutí con quien ahora me da esta oportunidad, sobre el porqué yo no sería periodista, pese a estudiar comunicación, querido amigo, lo sigo pensando, pero aun así siempre te admiraré.
Ana Elia Rodríguez Mendívil
saltillovivo@gmail.com
Ana Elia Rodríguez es sinaloense de nacimiento y coahuilense por cosas de la vida, madre de familia, comunicóloga, gestora sociocultural, con 25 años de trayectoria en el servicio público, escritora de clóset y cantante de regadera