= El primero de septiembre de cada año
= En ocasión del informe presidencial
= Cambio de formas, no de fondo, sin embargo
= Primero de octubre, el mensaje de Sheinbaum
= Complicados días en materia de inseguridad
Antaño era conocido como “el día del presidente”.
A eso de las 9:30 horas, el mandatario salía de la residencia oficial de Los Pinos -en pleno corazón del bosque de Chapultepec – para trasladarse, a bordo de un vehículo descubierto, hasta la vieja sede de la cámara de diputados. Invariablemente, la periodista Lolita Ayala, de Televisa, tenía el privilegio de realizar la primera entrevista de la jornada, con la pregunta de siempre: “¿Qué desayunó señor presidente, en este día tan especial?”
Acompañado de esposa e hijos, el titular del Poder Ejecutivo Federal descendía la escalinata, ocupaba el carro presidencial -su familia tomaba otro automóvil – y emprendía el camino hasta el Palacio Legislativo, cuya ruta comprendía bordear el bosque hacia paseo de la Reforma, para tomar ruta directa hasta el punto del evento, bajo una lluvia de papelillo tricolor al tiempo que las marchas de corte militar invadían la atmosfera citadina.
El primero de septiembre, era marcado como el primer día de labores de un nuevo ciclo escolar en el país; pero era también el primer “feriado” del calendario, a fin de que toda la niñez y la juventud estudiosa de la nación pudiese nutrirse del informe presidencial. Las clases iniciaban al día siguiente: el 02 de septiembre.
La llegada del ciudadano presidente de la República a la cámara de diputados era apoteótica. Era recibido por una comisión que le daba la bienvenida al pie del automóvil y otra que lo introducía al recinto hasta conducirlo al punto exacto del evento. Senadores y diputados federales del PRI -no había otro partido en aquellos años – integraban dichas comisiones, en tanto los lugares privilegiados eran ocupados por los integrantes del gabinete presidencial, gobernadores de todos los Estados e invitados especiales del sector empresarial.
-Honorable Congreso de la Unión – saludaba el presidente y todo mundo a la expectativa, en espera del momento, para propiciar el primero de una larguísima cadena de aplausos; muchos de ellos, puestos de pie y en ocasiones hasta con dos minutos de duración.
Algunos de los informes, sin incluir la respuesta a cargo del presidente de la cámara de diputados, llegaron a tener una duración de hasta 4 horas y si mucho me apura hasta un poquito más. En promedio, entre 2 y hasta 3. 30 horas. En ese lapso, el mandatario daba a conocer el estado general de la nación, invariablemente bajo una perspectiva prometedora para el futuro, así haya sido el de 1969, por el presidente Gustavo Díaz Ordaz o el de 1982, por José López Portillo.
Al repetir el “honorable congreso de la Unión”, el presidente iniciaba su mensaje político y llegaba el momento de concentrar toda la atención toda vez que representaba la esencia misma del informe y lo que nos deparaba para el futuro mediato e inmediato.
Concluía el acto y los primeros análisis se centraban en su duración -para compararlo con informes anteriores -; en las ocasiones en las que el presidente fue interrumpido con aplausos y en la duración de la ovación más larga de la jornada.
Abandonaba el recinto el mandatario para volver al coche presidencial, para trasladarse ahora a Palacio Nacional, en medio de las aclamaciones de centenas de miles de ciudadanos que lo esperaban a lo largo de la rúa, en tanto se intensificaba la lluvia de papel tricolor, que bajaba desde las azoteas de los emblemáticos edificios de la gran ciudad de México.
Ya en Palacio Nacional, protegido por el Estado Mayor Presidencial, el mandatario se colocaba, erguido en el patio central para recibir el saludo de los presidentes, reyes y primeros ministros, invitados de otros países del mundo, a los que secundaban sus colaboradores, gobernadores y las personalidades más emblemáticas de la política mexicana, entre las que destacaba el presidente del partido único y los lideres sectoriales, sin faltar, desde luego, el icónico Fidel Velázquez Sánchez.
A lo largo del día, las cadenas radiofónicas y la de televisión nacional -que también era solo una – repetían una y otra vez la misma información, al tiempo que retransmitían los puntos más destacados del evento, en una rutina a extenderse por casi todo el mes de septiembre, por lo menos. El informe, por supuesto, era la nota principal de todos los diarios del país y el seguimiento se prolongaba a lo largo de la primera semana del mes patrio, como un ritual sencillamente irrenunciable.
Tras los saludos, el banquete de honor a los invitados especiales y la agenda continuaba todavía durante las primeras horas de la noche, para marcar, del mismo modo, que el día del presidente era algo que se extendía mas allá: las fiestas patrias, hasta el 16 de dicho mes.
Así era, por aquellos tiempos, el día del presidente.
Algo así como una celebración nacional.
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Y bueno. Los tiempos han cambiado, sin duda.
Hoy día, la institución presidencial ni tan siquiera es la figura central de una de las fechas más importantes del año.
Ahora, el presidente (ahora la presidenta) se limita a remitir el informe por conducto del secretario de Gobernación (ahora la secretaria), quien, breve mensaje de por medio, lo entrega a los presidentes de las dos cámaras integrantes del Congreso de la Unión.
El Poder Legislativo lo analizará acorde a los tiempos y presentará oportunamente el posicionamiento correspondiente.
En el caso particular de la presidenta Claudia Sheinbaum, ya fijó el primero de octubre como el día en que enviará un mensaje a la nación, derivado de su primer informe presidencial. Será en el zócalo de la ciudad de México, con una asistencia impresionante. Suponemos.
Las formas cambian, en efecto. El fondo es el mismo.
Hacer del conocimiento de todos los mexicanos de los propósitos conquistados tras un año como titular del Poder Ejecutivo Federal; los proyectos a desarrollar durante el siguiente año y también ¿por qué no? hasta lo que no se ha podido lograr por una u otra circunstancia.
Vivimos los tiempos de la Cuarta Transformación, con otro estilo, otros modos y otras ideas. A final de cuentas, insistimos, las formas han cambiado a lo largo de una constante evolución; pero el fondo es exactamente igual.
Digo.
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Por cierto.
La agenda de este primero de septiembre de 2025 contempla puntos de importancia medular para la vida política y social de la nación.
Conviene recordar que este lunes entra en funciones el nuevo Poder Judicial Federal, con nueve ministros y ministras de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, magistrados y magistradas y juzgadores y juzgadoras de nuestro país.
Todos y todas, electos en la elección del primero de junio del año en curso, que hizo realidad el sueño del presidente López Obrador: un nuevo Poder Judicial.
También este día inicia funciones la sexagésima séptima legislatura del Congreso de la Unión, con nuevos presidentes en ambas cámaras. En la de Senadores, Itzel Castillo -hija del emblemático Herberto Castillo – y en la de diputados, que permanecía como una verdadera incógnita al momento de redactar estas líneas para ustedes.
Fecha relevante, sin duda.
Pendientes pues.
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Mientras.
Los acontecimientos de los últimos días, aquí en el centro del Estado, nos lastiman y nos hieren profundamente y de paso nos dejan varias cosas para la reflexión:
-Por un lado la inexistencia de un supuesto arreglo de “alto al fuego”.
-Por otro, que lejos de ese supuesto arreglo, la delincuencia organizada ha roto todos los códigos presumiblemente existentes en el sentido de no atacar instituciones de salud, ni de sumar victimas inocentes.
Y del mismo modo, recordar las recientes expresiones del gobernador Rubén Rocha Moya en torno a no echar las campanas a vuelo y de demandar mayores apoyos del gobierno federal para poder salir triunfantes en esta lucha contra el crimen, ya con un año de vigencia, por cierto.
Así de fácil.
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Y hasta aquí por hoy. Nos vamos ya. Cuídense mucho y Dios los bendiga.