El quiebre de Morena se consumó
No fue la oposición. No fue el PRI ni el PAN. Fue Morena contra Morena. Mujer Vs Mujer, y por más sonrisas, discursos de respaldo y mano alzada en bloque, el quiebre interno ya se consumó. La votación del crédito dejó lo que muchos intentaron negar: la guerra Imeldos–Teresos ya salió del cuarto cerrado y se exhibió en el pleno. Los primeros se abrieron de capa y fueron al choque, aunque no con todo el ejército. De nueve que aparecían destapados, apenas dos rompieron la formación y votaron en contra. Bastaron. Porque en política no siempre cuenta el número, sino el gesto. A algunos les “llegaron al precio”, otros calcularon mejor el costo, y hubo quienes simplemente decidieron recapacitar a tiempo. Pero la realidad es una sola: Morena se partió cuando llegó la hora buena, por que las mujeres no se pusieron de acuerdo. No por el crédito en sí, sino por lo que representa en la antesala del 2027. Juana Minerva y Pedro Villegas no votaron contra el gobernador; votaron contra la lógica de disciplina automática. “Respaldaron el proyecto, pero no el cheque en blanco”, dicen ellos. Y ese matiz —incómodo, indigerible para la línea dura— dejó claro que la supuesta unidad del movimiento es hoy más consigna que convicción. El crédito pasó, sí. Pero pasó con fractura. Y eso pesa más que cualquier mayoría cómoda. Porque cuando un partido empieza a mostrar fisuras desde dentro, el control ya no es absoluto, y la obediencia deja de ser garantía. Los Imeldos movieron primero. Los Teresos respondieron con presión interna y control de daños. El gobernador quedó en medio de una disputa que no alentó, pero que ya se instaló como telón de fondo de su recta final. El quiebre de Morena no está por venir. Ya ocurrió. Lo de hoy no fue un accidente ni una anécdota: fue la primera grieta visible de una sucesión que promete más fuego cruzado que unidad real.
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Mucho ladrar y poco ordeñar
Juana Minerva y Pedro Alonso Lobo encontraron algo en común más allá del voto en contra: ambos han sido diputados tres veces y, en ese largo historial, no han entregado ni un litro de leche. Ni productividad legislativa destacable, ni reformas de fondo, ni resultados que justifiquen tanta reincidencia en la nómina pública. Lo de Pedro Lobo ya es marca registrada. Se le conoce más por los pleitos que por el trabajo. Y en esta ocasión volvió a subirse a la tribuna no para actuar, sino para gritar. Su discurso —ardido, altisonante— exigió cárcel para Mario López Valdez y Quirino Ordaz Coppel por el desfalco y endeudamiento del estado. Hasta ahí, el planteamiento podría sonar legítimo… si no fuera por un pequeño detalle: él mismo aprobó las cuentas públicas de Quirino. Entonces, ¿en qué quedamos? ¿El reclamo es justicia o es teatro? ¿La indignación es genuina o es selectiva, según convenga políticamente? Porque cuando los hechos contradicen a los dichos, lo único que queda es la palabrería barata. Hoy Lobo pide castigo, pero ayer levantó la mano. Hoy se indigna por los 15 mil millones de deuda, pero ayer los avaló en papel oficial. Y eso no es valentía política; es oportunismo puro. Su discurso en tribuna no fue un acto de congruencia, fue una escena. Un numerito diseñado para el aplauso fácil y la grilla interna, no para la rendición de cuentas real. Si de verdad quisiera consecuencias, habría empezado por no avalar lo que hoy dice repudiar. Así que no, no estamos frente a un legislador incómodo para el poder. Estamos frente a un político constante en algo: mucho ruido, pocas nueces. Mucha tribuna, poca memoria. Mucha pose, cero autocrítica. Y en política, como en el rancho, el que presume ordeñar, pero nunca entrega leche… tarde o temprano queda exhibido.
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PRI: Oposición por comunicado
Morena se quebró por ambición interna. El PRI se exhibió por simulación. En uno, la disputa es abierta y a cuchillo; en el otro, el discurso va por un carril y los votos por otro. En Morena, dos diputados rompieron la línea y dejaron constancia de una fractura real, aunque motivada más por la sucesión que por la convicción. En el PRI, tres diputados aprobaron el crédito sin chistar y, horas después, su dirigente municipal salió a criticar lo que ya estaba votado. Oposición de redes, no de pleno. Así, mientras unos se pelean por el poder del 2027, otros juegan a no perder lo poco que les queda. Ni dudas, ni reservas, ni voto diferenciado. Mano levantada y asunto resuelto. Así que la pregunta es inevitable: ¿habló tarde o habló para la galería? El mensaje no fue para Morena ni para el gobernador; fue para la militancia priista, esa que cada vez es menos y cada vez está más desconcertada. Porque una cosa es decir “no somos comparsa” y otra muy distinta es actuar como tal en el pleno. El PRI de Sinaloa parece vivir en modo esquizofrénico: una dirigencia que posa de oposición dura y una bancada que opera como aliada funcional. Discurso incendiario arriba, obediencia cómoda abajo. Y en medio, un partido que no fija postura cuando importa, pero sí redacta comunicados cuando ya no hay margen de maniobra. Si el PRI quiere recuperar algo de credibilidad, tendrá que empezar por algo básico: que sus dichos coincidan con sus votos. Porque criticar la deuda después de haberla aprobado no es valentía política; es simple control de daños. Y eso, en política, suele oler más a miedo que a convicción.
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Presupuesto aprobado
El Congreso del Estado cerró el proceso presupuestal con un mensaje claro: unidad y gobernabilidad. El Presupuesto de Egresos 2026 fue aprobado por unanimidad, sin confrontación y con reasignaciones orientadas a áreas prioritarias para el desarrollo social del estado. Con un monto superior a los 78 mil millones de pesos, el consenso permitió ajustar recursos para salud, educación, campo, cultura, deporte, seguridad y programas de bienestar, beneficiando directamente a sectores vulnerables y atendiendo necesidades urgentes sin detener la marcha administrativa del gobierno. Las reasignaciones acordadas reflejan un ejercicio de responsabilidad política: se redistribuyeron recursos, incluso restando presupuesto a los tres Poderes del Estado, para fortalecer rubros sensibles como infraestructura escolar, atención médica, apoyo al campo, mujeres rurales, bienestar animal y protección civil. Más allá de las diferencias que marcaron otras votaciones, el presupuesto logró algo indispensable en tiempos complejos: certeza financiera y rumbo claro. El acuerdo unánime envía una señal de estabilidad para Sinaloa y garantiza que el estado contará con los recursos necesarios para operar, invertir y atender prioridades sociales en 2026. Cuando las decisiones se toman con visión de conjunto, la política cumple su función principal: hacer que el gobierno siga funcionando y que los recursos lleguen a donde más se necesitan.